jueves, 19 de febrero de 2015

"J'ai Marseille au coeur" Izzo




Collège Henri Wallon Marsella 


Salimos del instituto y caminamos hacia la estación Saint Charles para tomar un tren hasta Ensués La Redonne. Durante el recorrido de “la Côte Bleue” podemos disfrutar de paisajes increíbles. En Ensués La Redonne, se inicia un paseo a lo largo de la costa.

Durante una pausa y enmarcados por los paisajes y los sonidos que describe el autor, los alumnos leen en francés y en español un fragmento de un texto de Jean-Claude IZZO. En este texto titulado “J’ai Marseille au coeur”, el autor propone su lectura de Marsella, confiesa cómo considera, ve, siente y vive esta ciudad. El escritor Izzo confiesa su apego, su amor por la ciudad de Marsella. La profesora Jana Recmanová traduce el texto al checo.



J'ai Marseille au cœur
     Je suis né à Marseille. De père italien et de mère espagnole. D'un de ces croisements dont la ville a le secret. Naître à Marseille n'est jamais un hasard. Marseille est, a toujours été, le port des exils, des exils méditerranéens, des exils de nos anciennes routes coloniales aussi. Ici, celui qui débarque un jour sur le port, il est forcément chez lui. D'où que l'on vienne, on est chez soi à Marseille. Dans les rues, on croise des visages familiers, des odeurs familières. Marseille est familière. Dès le premier regard.
     C'est pour ça que j'aime cette ville, ma ville. Elle est belle pour cette familiarité qui est comme du pain à partager entre tous. Elle n'est belle que par humanité. Le reste n'est que chauvinisme. De belles villes, avec de beaux monuments, il y en a plein l'Europe. De belles rades, de belles baies, des ports magnifiques, il y en a plein le monde. Je ne suis pas chauvin. Je suis marseillais. C'est-à-dire d'ici, passionnément, et de tous les ailleurs en même temps. Marseille, c'est ma culture du monde. Ma première éducation du monde.
     C'est par ces routes de navigation anciennes, vers l'Orient, l'Afrique, puis vers les Amériques, ces routes réelles pour quelques-uns d'entre nous, rêvées pour la plupart des autres, que Marseille vit, où que l'on aille. Paris est une attraction. Marseille est un passeport. Quand je suis loin, et cela m'arrive souvent, je pense à Marseille sans nostalgie. Mais avec la même émotion que pour la femme aimée, délaissée le temps d'un voyage, et que l'on désire de plus en plus retrouver au fur et à mesure que passent les jours.
     Je crois à cela, à ce que j'ai appris dans les rues de Marseille, et qui me colle à la peau : l'accueil, la tolérance, le respect de l'autre, l'amitié sans concession et la fidélité, cette qualité essentielle de l'amour. (...)
     J'aime croire - car j'ai été élevé ainsi - que Marseille, ma ville, n'est pas une fin en soi. Mais seulement une porte ouverte. Sur le monde, sur les autres. Une porte qui resterait ouverte, toujours.
Marseille, Jean-Claude IZZO.
Edition Hoëbeke, 2000



Nací en Marsella. De padre italiano y madre española. Sólo Marsella conoce el secreto de aquellas mezclas. Nacer en Marsella nunca es una casualidad. Marsella es, siempre ha sido, el puerto de los exilios, exilios mediterráneos, exilios de nuestras antiguas rutas coloniales también. Aquí, el que desembarca un día en el puerto,  está en casa. Venga de donde venga uno, uno está en su casa en Marsella. Por las calles, uno  se cruza con rostros familiares, olores familiares. Marsella es familiar. Desde la primera mirada.
Por eso es por lo que me gusta esta ciudad, mi ciudad. Es bonita por esta familiaridad que es como el pan para compartir  entre todos. No es bella sino por humanidad. Lo demás no  es, sino chovinismo. Unas ciudades bonitas, con monumentos bonitos, hay muchas en Europa. Unas radas bonitas, unas bahías bonitas, unos puertos magníficos, hay muchos en el mundo. No soy chovinista. Soy marsellés. O sea de aquí, con mucha pasión, y de cualquier otra parte a la vez. Marsella, es mi cultura del mundo. Mi primera enseñanza del mundo. 
Por aquellas rutas de navegación antiguas, hacia el Oriente, África, luego hacia las Américas, por aquellas rutas reales para algunos, soñadas por la mayoría de los demás, son por las cuales Marsella vive, vaya a donde vaya uno. París es una atracción. Marsella es un pasaporte. Cuando estoy lejos, y eso me ocurre a menudo, pienso en Marsella sin ninguna nostalgia. Pero con la misma emoción que pienso en una mujer amada, abandonada durante un viaje, y a quien uno desea cada vez más volver a encontrar con el paso del tiempo.
Creo en esto, en lo que he aprendido en las calles de Marsella, y que me define: la hospitalidad, la tolerancia, el respeto por el otro, la amistad sin límite y la fidelidad, esta cualidad esencial del amor (…)
Me gusta pensar –porque así me criaron- que Marsella, mi ciudad, no es un fin en sí mismo. Sino solo una puerta abierta. Hacia el mundo, hacia los demás. Una puerta que quedaría abierta, para siempre.


Marsella, Jean Claude Izzo

No hay comentarios:

Publicar un comentario