Desde que era niño, Robinson soñaba con irse
de casa para vivir aventuras por el mundo. Se hizo marinero y, en sus viajes,
la fortuna no siempre le fue bien...
El destino le aguardaba las más inesperadas
aventuras: el barco en el que viajaba se hundió y toda la tripulación murió
menos él, que fue a parar a una isla desierta. Allí vivió solo durante años y
tuvo que ingeniárselas primero para sobrevivir y, después, para organizar su
vida de la forma más segura y cómoda posible. A veces la desesperación se
apoderaba de él, pero también descubrió una forma nueva de felicidad que no
había encontrado en el mundo del que venía.
Por Elena Morán Martorell
Profesora: Concha Martín
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